Si has vivido un retiro de Emaús, Effetá o Bartimeo, seguro que recuerdas esa sensación tan especial. La de sentirte parte de algo más grande, rodeado de hermanos y hermanas que, aunque apenas conocías, sentías como tu familia. Esa conexión profunda, ese reconocernos en la misma fe y en el mismo amor, es un pequeño destello de lo que Jesús soñó para todos sus seguidores. Y ese sueño tiene un nombre: ecumenismo.
Quizás la palabra «ecumenismo» te suene un poco formal o lejana, como algo que solo discuten los teólogos en Roma. Pero nada más lejos de la realidad. El ecumenismo es, en esencia, el camino que recorremos para cumplir el deseo más profundo de Jesús: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17,21).
No se trata de borrar nuestras historias o nuestras tradiciones, sino de mirar más allá de las diferencias y enfocarnos en lo que nos une: Jesucristo. Es un viaje de vuelta a casa, un reencuentro de familia.
¿Qué es el Ecumenismo y por qué es tan importante hoy?
En pocas palabras, el ecumenismo es el movimiento que busca la unidad visible de todos los cristianos. Hablamos de católicos, ortodoxos, protestantes… todos los que hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y reconocemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
En un mundo cada vez más polarizado y herido por la división, el testimonio de unos cristianos enfrentados es un escándalo. ¿Cómo podemos hablar de un Dios que es Amor si no somos capaces de amarnos entre nosotros? La falta de unidad debilita nuestro mensaje y se convierte en un obstáculo para que el mundo crea.
Por eso, el ecumenismo no es una opción, sino una llamada urgente. Es una respuesta de amor al corazón de Jesús, que sufre al ver a sus hijos separados. Es un compromiso con la credibilidad del Evangelio en el siglo XXI.
El sueño de Jesús: «Que todos sean uno»
Piénsalo un momento. En la noche más importante de su vida, justo antes de enfrentarse a la Pasión, Jesús no pide por el éxito de sus discípulos, ni por su poder, ni por su comodidad. Pide por su unidad.
Esta oración nos revela que la unidad no es simplemente una estrategia para ser más eficientes. Es un reflejo del misterio mismo de Dios, que es comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando vivimos como hermanos, estamos mostrando al mundo una pincelada de cómo es Dios.
Esta es la misma fraternidad que se palpa en los retiros. Durante unos días, las barreras caen y experimentamos esa unidad profunda que nos hace exclamar: «¡Qué bien se está aquí!». El ecumenismo nos invita a llevar esa experiencia más allá de los muros de la parroquia o del fin de semana del retiro, para extenderla a todos nuestros hermanos en la fe.
Fratelli Tutti: Un Llamado a la Fraternidad Universal
El Papa Francisco, con su encíclica Fratelli Tutti, nos ha dado una hoja de ruta maravillosa para este camino. Aunque su mensaje se dirige a toda la humanidad, tiene una resonancia especial para los cristianos y nuestro camino ecuménico.
Fratelli Tutti («Todos hermanos») nos recuerda que la fraternidad no es una idea bonita, sino el fundamento de nuestra existencia. El Papa nos habla de la «amistad social», de la cultura del encuentro y de la importancia de construir puentes en lugar de muros.
¿Y cómo podemos aspirar a una fraternidad universal si primero no la vivimos en nuestra propia casa, la familia de los cristianos? El mensaje de Fratelli Tutti nos impulsa a dar el primer paso hacia nuestros hermanos de otras confesiones. Nos anima a sanar las heridas de la memoria, a purificar nuestras miradas y a reconocer la riqueza que cada tradición cristiana aporta al conjunto. Como dice la encíclica, nadie se salva solo. Necesitamos caminar juntos, y el ecumenismo es el primer y más esencial de esos caminos. La visión de Fratelli Tutti es un motor para un ecumenismo sincero y comprometido.
Pequeños pasos, grandes abrazos: El ecumenismo en nuestra vida diaria
Vale, todo esto suena muy bien, pero ¿cómo lo llevamos a la práctica? ¿Qué puedes hacer tú, desde tu vida cotidiana, para construir esa unidad? Aquí tienes algunas ideas sencillas pero poderosas:
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Orar juntos: La unidad es, ante todo, un don del Espíritu Santo. Por eso, el primer paso es siempre la oración. Podemos rezar personalmente por la unidad de los cristianos. Una oportunidad fantástica es la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra cada año en enero. Busca si en tu ciudad se organiza alguna celebración ecuménica y anímate a participar. Es una experiencia increíblemente enriquecedora. Puedes encontrar recursos e información en la web del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
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Conocer al otro: Muchas veces, los prejuicios nacen de la ignorancia. Interésate por conocer lo que creen y viven los cristianos de otras denominaciones. Quizás tienes un amigo, un compañero de trabajo o un vecino que es evangélico u ortodoxo. Habla con él o ella con respeto y curiosidad. Lee sobre sus tradiciones. Te sorprenderás de todo lo que compartimos: el amor por la Biblia, la fe en la Trinidad, la centralidad de Cristo.
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Actuar juntos: El «ecumenismo de la caridad» es uno de los más eficaces. Cuando los cristianos trabajamos codo con codo para ayudar a los más necesitados, para acoger al inmigrante o para cuidar la creación, nuestro testimonio de unidad se vuelve visible y creíble para todos. Es la puesta en práctica del espíritu de Fratelli Tutti.
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Cuidar el lenguaje: Evitemos las generalizaciones, las críticas despectivas o las bromas sobre otras confesiones. Hablemos siempre desde el respeto y el amor, reconociendo en cada cristiano a un hermano. Este «ecumenismo del corazón» es fundamental para cambiar nuestra mentalidad.
El camino del ecumenismo no es fácil ni rápido. Requiere paciencia, humildad y, sobre todo, mucha caridad. Pero es un camino apasionante y necesario, una aventura del Espíritu.
La unidad que sentimos en un retiro de Emaús es real y es un regalo de Dios. Es una muestra de lo que Él quiere para toda su Iglesia. No dejemos que esa sensación se quede en un simple recuerdo. Dejemos que nos impulse a ser constructores de puentes, artesanos de la comunión, en nuestra vida de cada día. Así, poco a poco, con pequeños gestos y grandes abrazos, contribuiremos a hacer realidad el sueño de Jesús: que seamos uno, para que el mundo crea.
Preguntas Frecuentes
Pregunta: Si practico el ecumenismo, ¿significa que debo renunciar a mis creencias católicas para aceptar las de otros?
Respuesta: No, en absoluto. El ecumenismo no busca crear una fe única mezclando tradiciones, sino reconocer lo que ya nos une a todos los cristianos: la fe en Jesucristo y nuestro bautismo. Se trata de valorar nuestra propia identidad mientras caminamos juntos con respeto y amor, sanando las heridas históricas y enfocándonos en la misión común.
Pregunta: Todo esto suena muy grande, ¿qué puedo hacer yo, de forma práctica, para promover la unidad de los cristianos?
Respuesta: Puedes empezar con gestos sencillos pero significativos. Ora por la unidad, especialmente durante la semana de oración en enero. Interésate por conocer con respeto las creencias de amigos o compañeros de otras confesiones cristianas. Participa en proyectos de caridad junto a ellos, como ayudar a los necesitados o cuidar el medio ambiente. Y, sobre todo, habla siempre de otros cristianos como hermanos, con amor y sin prejuicios.
Pregunta: ¿Por qué es tan importante la unidad de los cristianos en el mundo de hoy?
Respuesta: En un mundo tan dividido y polarizado, el enfrentamiento entre cristianos es un mal testimonio que debilita el mensaje del Evangelio. La unidad no es solo una estrategia, sino el cumplimiento del deseo de Jesús de que ‘todos sean uno’. Cuando los cristianos vivimos como hermanos, mostramos al mundo un reflejo del amor de Dios y hacemos más creíble nuestra fe.
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